El álbum sin texto supone un quebradero de cabeza para las familias. Al no tener texto, su lectura por un adulto se hace más complicada y tienden a pensar que los menores no disfrutarán igual de la historia.
Decía el escritor de literatura infantil Anthony Brown que “en los mejores libros álbum se produce un espacio entre las palabras y los dibujos. Ese espacio lo llena la imaginación de los niños”.
Si a un cuento le quitamos el texto, ¿qué nos queda?
Aprender a leer un álbum sin texto
Los adultos nos hemos obsesionado con que los niños aprendan a leer lo antes posible. Pero olvidamos algo muy importante y que, con el tiempo, perdemos: la capacidad de observar.
Estamos en constante movimiento
y arrastramos a los menores
en esa vorágine de rapidez.
¿Cuándo fue la última vez que nos paramos detenidamente a mirar algo?
Los tiempos de los niños son distintos. Ellos van más despacio y su manera de mirar el mundo nos asombra a la vez que nos pone de los nervios.
Todo es nuevo para ellos, todo es emocionante, todo puede llevar al juego, al misterio, a la aventura.
Los libros sin texto son una puerta hacia el hemisferio derecho del cerebro, donde reside la creatividad. Por eso, este tipo de álbumes, llamados también silentes, son esenciales para desarrollar su capacidad lingüística y creativa.
Pero, ¿cómo leemos un cuento sin texto?
Dice el profesor de Literatura Infantil Peter Hunt, que “la presencia de un título sugerente y generador de múltiples niveles de lectura pero que, al mismo tiempo, impone límites interpretativos, es una característica fundamental de los mejores libros-álbum sin texto.”
Hay varias maneras de acercar al lector a estas historias.
La primera sería dejándoles explorar.
Darles el libro y dejarles mirar las ilustraciones e ir pasando las páginas. Dependiendo de la edad del lector, conseguiremos dos cosas:
1.- De 0 a 4 años, pasará las páginas observando cada ilustración en busca de una lógica.
2.- De 4 a 6 años, tendrá que realizar un esfuerzo por entender la trama, lo que llevará al lector a hacerse muchas preguntas.
En ambos casos, el diálogo tiene que acompañar a la historia, ya sea por un familiar, por los maestros y maestras en el aula o por un mediador.
Uno de los primeros cuentos sin texto que yo di a mi hijo mayor fue El libro de otoño. Todavía hoy se acuerda de ese libro y de las historias que contábamos alrededor del pueblo que creó la escritora e ilustradora Rotraut Susanne Berner.
Un álbum sin texto necesita de un interlocutor, alguien con quien comentar la historia. Incluso nosotros como adultos cuando nos enfrentamos a un libro sin texto, nos hacemos preguntas al aire y vamos de un lado a otro de la historia.
Volvamos a leerlo
La segunda manera de acercar al lector a álbum sin texto es dejarles asentar la historia.
Han visto las ilustraciones, han entendido o no el argumento o han vuelto para atrás buscando algo que les sitúe ante lo que están viendo. Hay que dejarles que analicen el álbum.
Y, por último, una “lectura” conjunta. Vamos a observar el cuento juntos y a ver qué nos transmite.
Hace poco estuve en la presentación del álbum sin texto Ocho vidas, escrito por Javier Fonseca, ilustrado por Eva Delaserra y editado por Emonautas. Entre muchas de las cosas que comentaron hubo una que explica muy bien cómo se debe leer un álbum ilustrado.
“Primero pasas las páginas deprisa y, a medida que vas viendo la historia, que la interiorizas, comienzas a ir más despacio. Incluso vuelves para atrás a mirar algún detalle que se te ha pasado.”
Ocho vidas es un cuento que habla del duelo, de la pérdida de un animal de compañía pero lejos de ser un álbum triste, la historia está llena de esperanza. Cada gesto, color y movimiento, basados en un brillante guion y unas ilustraciones evocadoras, nos está contando información valiosa para entender la historia y sentir cómo acompañamos al personaje en esa búsqueda por superar ese momento.
Un álbum sin texto puede tener muchas interpretaciones por parte de los lectores. Es probable que la mirada de un adulto no vea lo mismo que la de un niño. Pero si algo los caracteriza es el juego.
Son libros que buscan jugar
con el lector mientras
disfruta de la historia.
Beneficios de los libros sin texto
- Despiertan la imaginación
- Fomentan la conversación
- Alimentan la curiosidad
- Aprenden a detenerse, a ir más despacio mirando cada detalle
- Ayuda a apreciar mucho más la ilustración
- Buscan otra funcionalidad al libro que el de la mera lectura
- Generan distintas interpretaciones de un mismo tema
Hunt dice que “en un álbum sin texto hay que fijarse en cada detalle. Cuando tenemos un álbum con texto, esas palabras nos dicen cómo está el personaje. Pero en un álbum sin texto los lectores tienen que fijarse en los colores, las técnicas de ilustración, las perspectivas y los puntos de vista e, incluso, la ubicación en la página doble, para comprender las emociones, sentimientos o rasgos psicológicos de los personajes. Esto implica un esfuerzo de atención mucho mayor al que están acostumbrados.”
En Espejo, de Suzy Lee, editado por Barbara Fiore, nos encontramos con una niña que ve su reflejo en un espejo. Sabemos cómo se siente por los gestos que hace, por los colores de las ilustraciones y por cómo cambia la escena. (De esto libro hablé hace tiempo en la newsletter, donde cuento historias de libros pocos conocidos. Puedes suscribirte aquí )
Límites de un álbum sin texto
Ante un álbum ilustrado con texto, el lector está limitado. La historia es la que se narra en el cuento. Podemos hablar de qué interpreta cada uno al final, o con alguna frase que dicen los protagonistas, pero la historia es la que es.
En los álbumes sin texto
no pasa eso.
La historia no es la que es.
Al final de la fila es un álbum ilustrado sin texto de Marcelo Pimentel. Es la historia de unos animales que están haciendo una fila para ser pintados. Pasa la noche y ellos siguen en fila pintados. A la mañana siguiente se miran en un espejo colgado en un árbol y, de repente, empieza a llover y la pintura roja se les va. Y el cuento acaba con esos mismos animales pasando por un agujero rojo en el árbol y la historia vuelve a empezar.
Si este álbum tuviera texto nos diría por qué están esos animales ahí, qué hacen, qué sienten y qué les pasa al final.
En Selva, de Marina Gibert, ganador del XIV Premio de Compostela, editado por Kalandraka y uno de los mejores libros del 2021 en la web, acompañamos a un niño a través de una selva. La autora juega con el espectador y las formas que va encontrando en su viaje, hasta acabar en una ciudad. ¿Ha sido un sueño? ¿Vive cerca de una selva en realidad? ¿Ha sido un juego creado por él en su habitación?
Al ser sin texto la imaginación del lector se despierta. “En el libro-álbum, el poder evocador y narrativo de las imágenes leídas secuencialmente parece ser capaz de reemplazar al texto, o al menos su carácter explícito, que transforma estos artefactos en poderosas y económicas máquinas generadoras de significados bajo la acción de la lectura y de la intervención de cada lector y su intertexto y enciclopedia personal”, explica Hunt.
Entonces, ¿dónde están los límites de los cuentos sin texto?
Los límites, como muchas cosas en la vida, están en nosotros mismos.
En cada lector.
Por lo tanto, no le pongamos límites a un álbum sin texto.
No le pongamos límites a la imaginación de los pequeños lectores ni a la nuestra.
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