Y no solo para que cuiden de los niños mientras sales con tu pareja una noche o se queden con ellos mientras haces un recado. No. Necesitarás a los tíos o las tías porque el vínculo que puede surgir entre tu hijo y ellos es muy grande. Irrompible. Y porque su misión es enseñarles cosas que vosotros no podréis. Agarrarse de su mano cuando se suelten de las vuestras.
Una tía o un tío se montan con vuestros hijos en las atracciones en las que vosotros no queréis subir. (Nunca olvidaré la Expo del 92 y su montaña de agua, por ejemplo). Se levanta por la mañana temprano para traerte churros. Te guarda todos los suplementos del “Gente Menuda”, aquellos que tanto leímos y por los que hoy amamos los cómics, por ejemplo.
Un tío o tía baja al quiosco a comprar la revista donde has publicado tu primer artículo, aunque fuese la “Interviú”. Te asa las mejores sardinas en la barbacoa (¡Qué bien sabían esas sardinas!). Te enseña a jugar a las cartas al menos diez (y al menos veinte, aunque algunos sigan insistiendo todavía en que ese juego no existe). Y también te enseña a hacer trampas, de las buenas, las que nadie pilla, llenando los veranos de risas. De noches de timbas que siempre acababan en charlas o sobremesas mojados con las mangueras, por ejemplo.
Un buen tío o tía consigue traer a Papá Noel a tu casa en Nochebuena, se siente en una silla, se toma su copita de anís y reparte regalos. Y todo entre risas, durante muchos años. Y siempre cuida de que tu hásmster y tu perra lleguen bien a la playa, junto a tu padre. Porque eso es lo que son: un segundo padre o madre.
Un tío o tía te enseña a amar una ciudad. Te recibe con una sonrisa en la estación, por ejemplo. Te descubre rincones nuevos cada año, te pasea de la mano por calles que huelen a azahar, con sonidos de tambores y trompetas. Y tú crees que te has enamorado de esa ciudad por cómo es, por lo que representa, por lo que esconde. Pero no. Cuando él o ella se van te das cuenta de que lo que te gustaba de esa ciudad era que él o ella estaban allí. Que los sonidos retumbaban dentro de ti porque él o ella estaban a tu lado. Que las calles eran distintas porque él o ella te las enseñaba. Que la ciudad tiene un “color especial” porque ellos la pintan con sus sonrisas, sus abrazos, con sus miradas, con sus guiños de ojos, con sus “primer para hacer pipí” subiendo por unas escaleras, con sus “ayyy mi pequeña saltamontes”. Con sus besos. Sus eternos besos.
Sí. Los tíos siempre son importantes. Una pieza fundamental en la crianza de los hijos. De muchas maneras. Y cuando se van dejan un vacío muy grande. Doloroso. Pero te das cuenta de lo que han significado para ti y de lo que pueden significar para tus hijos. La cantidad de cosas que pueden vivir a su lado. Y todo el amor que siempre recibirán por su parte. Creedme, eso no se olvida nunca.
Qué bonito lo que cuentas. Gracias por compartirlo!
Gracias a ti por leerlo 🙂
Que bonito! En nuestro caso mí hermana y mí hermano forman parte de su vida y tiemen una relación preciosa. Pero los de su lado pasan totalmente, apenas nos vemos dos veces al año, y eso que vivimos cerca. Pero bueno, ya he dejado de intentar forzar las cosas.
Un abrazo!
Gracias por comentar. No se puede tener la misma relación con todos los tíos, es así. Pero lo importante es que algunos se impliquen, esos son los que de verdad son importantes y sus recuerdos se quedan siempre con nuestros hijos. Un saludo.