Un día, una estrella cayó del cielo. Al llegar al suelo, no sabía qué hacer. Empezó a dar saltos. Y más saltos, y más saltos y más saltos. Pero no conseguía volver a su casa.
– “Y ahora, ¿qué hago?”, dijo la pequeña estrella.
Y empezó a brillar para ver si alguien la veía desde el cielo y la ayudaba. Y tanto brilló que un perro que pasaba por allí, se la quedó mirando. La pequeña, al ver al perro, se asustó.
– Hola, ¿qué clase de animal eres?- dijo el perro.
– No soy un animal. Soy una estrella.
– ¿Cómo las que hay en el cielo?
– Sí- dijo la estrella.
– ¿Y qué haces aquí?
– Me he caído y no puedo subir.
– Pues vente conmigo- le sugirió el perro.
La estrella no lo dudó y de un salto subió encima del perro.
Anduvieron mucho rato: pasearon por calles, plazas, jardines…
De pronto, un niño se acercó a ellos y empezó a acariciar al perro. La estrella vio que el perro se ponía muy contento. Tanto o más que el niño con el que se habían encontrado.
– ¡Melchor! ¡Mamá, ha aparecido Melchor!
Y así fue como la estrella se dio cuenta de quién era y el porqué había caído del cielo. Y tan feliz le hizo ver al perro y al niño juntos que empezó a brillar y a brillar y a brillar. Y, de pronto, desapareció.
