Una historia personal del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil

libro infantil

Esta historia comienza hace un par de semanas, cuando descubro que existe un día dedicado al Libro Infantil y Juvenil (LIJ). Hasta entonces, yo no conocía de su existencia. La literatura siempre ha estado presente en mi vida. No sé vivir sin leer. Y, desde que fui madre, he intentado traspasar ese amor por los libros a mis hijos.

El primer libro que le regalé a mi hijo fue para el Día del Libro, el 23 de abril. Tenía ocho meses. Dos psicólogos especialistas en aprendizaje, Jerome Bruner y Anat Ninio, escribieron un trabajo en 1978 en el que afirmaban que a esa edad los bebés empiezan a interactuar con los adultos para comentar elementos del mundo. Es en ese momento cuando comienzan a desarrollar su capacidad de leer junto con un adulto. No sé si tendrá que ver o no, pero a día de hoy lo que más le gusta a mi hijo a parte de los macarrones, es leer libros.

Dos de los protagonistas de este relato son Rubén y Mariló. Ellos crearon la web “Bichitos lectores” cuando su hija Ariadna nació, en 2013. Desde entonces no han dejado de compartir con el mundo todos y cada uno de los libros que les leen a sus hijos. Ellos han transmitido durante todos estos años el valor de la lectura y no entienden que haya padres que prefieran entretener a sus hijos con un móvil o una tableta y no comprendan que leer con ellos “es una actividad fundamental para compartir tiempo.” Pero su historia no acaba aquí. Porque después de tantos años leyéndoles cuentos de otros autores a sus hijos antes de irse a dormir, ahora, gracias a un montón de mecenas, van a publicar su primer libro. “La hucha de los besos” es un álbum ilustrado en el que los lectores descubrirán el destino de las muestras de cariño que recibimos de las personas que nos quieren. A mí, solo con eso, me tienen conquistada. Si queréis conocer más sobre su proyecto y ayudadles a publicarlo, podéis entrar aquí.

La magia de la lectura

La autora japonesa Eiko Kadono, ganadora este año del premio Hans Christian Andersen, el nobel “pequeño” de la literatura, afirma que “las historias realmente tienen magia, y entregan esa magia a cada pequeña persona que las lee”. Y de magia sabe mucho otra protagonista de esa historia.

A Sara Villanueva la conocí a través de Instagram. Ella es una joven maestra que acaba de publicar su primera obra: “Con amor, Lola y Lalo”. Y, a lo largo de los meses que la conozco, he visto dibujos de su protagonista, Lola, realizados con mucho amor por sus alumnos y por los niños y niñas que conocen su historia. “Ver a tu público en potencia disfrutando de tu texto en directo no tiene precio”, explica Sara. Esa es la magia de la literatura.

Pero, ¿sabemos realmente los beneficios que aporta la lectura desde bien pequeños? Sara afirma que hay muchísimos, pero que entre ellos podemos destacar que la literatura “ayuda a conciliar el sueño”, “aporta diversión al lector”, “es una herramienta de aprendizaje”, “un medio para educar en valores” y “crea momentos especiales”.

Literatura en números

Los últimos datos publicados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte sobre literatura infantil son del año 2015 y están recogidos en un informe que se publicó el año pasado. Según los números, durante 2015 hubo una caída del 8,8% de ejemplares vendidos respecto al año anterior. Aún con este panorama, la literatura infantil es uno de los grandes motores del sector editorial en nuestro país. Y os digo una cosa, no nos podemos quejar. En países latinoamericanos, como Chile, el panorama es mucho peor.

A Constanza Ried y María José González , otras dos de las personas importantes en esta historia, las he conocido hace unos días. Quería saber cómo se vivía la literatura infantil y juvenil en otros lugares. Ellas son las impulsoras de la Fundación Entrelíneas en Santiago de Chile. Su labor es la de desarrollar investigaciones y crear proyectos vinculados con la literatura y la lectura. Ellas afirman que en los últimos diez años “la literatura infantil y juvenil está siendo objeto de un boom” en su país, pero que, aun así, conocen mucho más lo que se publica en España que en los países de su alrededor.

El valor de la lectura en Chile es muy bajo, afirman. “La mayoría de los hogares no tiene libros en casa”, no van a la biblioteca “ni tienen el hábito de leer a sus hijos en voz alta”. Aspectos impensables en nuestro país. Por eso, desde la fundación intentan dar herramientas y formar a los profesores de las guarderías “respecto de la importancia de la lectura en la primera infancia”. Realizan investigaciones en torno a los lectores y la literatura y asesoran a bibliotecas escolares y públicas. Y, lo más importante, intentan ayudar a las familias “en la estimulación lectora de los más jóvenes”.

Después de leer todo lo que Constanza y María José me escribieron, me di cuenta que esta historia no había hecho más que empezar. Sólo hace 51 años que el Día Internacional de la literatura Infantil y Juvenil se instauró. Y digo solo, aunque parezcan muchos años, porque aun así este día es un gran desconocido. La importancia de leer a los niños es algo básico. Por todas las razones que los protagonistas de esta historia han comentado, pero también porque ellos son el futuro. La lectura aporta conocimientos que complementan a los que aprendemos día a día. A través de la lectura imaginamos, creemos, soñamos. Vivimos. Los libros nos hacen mejores personas y yo quiero que mis hijos aprendan a valorar la lectura. A ser buenas personas. A transmitir esa herencia a las generaciones futuras. Aquí y en otros países.

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