Es un hecho que cuando te conviertes en madre dejas muchas cosas de lado. Aficiones, rutinas, actividades que hacías antes y que, cuando das a luz, dejas un poco olvidadas porque el tiempo es el que es y tienes que priorizar. Quizás hasta que tus hijos no empiezan a ser un poco más “independientes” (ojo, que lo pongo entre comillas) puedes empezar a recuperar, poco a poco, esos hábitos de tu vida anterior a ser madre. Hablo de locuras como poder leer por la noche más de dos páginas y no quedarte dormida, por ejemplo.
Pero sí que es verdad que, en algún momento, necesitamos un espacio de tiempo para nosotras/os. Para lo que queramos. Lo que nos dé la gana. Como si es simplemente dormir tranquilamente. Para nosotras/os y para la pareja, claro. Pero en este caso hablo de nosotros como personas, no como madre ni pareja. Personas, con unos gustos y ganas de seguir. Básicamente porque eso es lo que somos, nuestro eje central. Y si no estamos a gusto con nosotros mismos, no vamos a poder desarrollarnos en nuestras otras facetas.
Por eso es importante no olvidarnos de nosotros. De querernos un poquito. De recordar quiénes éramos antes de entrar en esta vorágine de la maternidad y la paternidad. De parar, reflexionar y seguir.
Que cierto Rocio, y te escribo desde mis 5 minutos de leer antes de dormir…
¡¡Muchas gracias por dedicarme parte de tu tiempo, Yohana!!