Mi madre hace las mejores croquetas del mundo. Vale. Vuestras madres también. Pero la mía las hace mejores 🙂
El caso es que, como diría mi marido, no te conviertes en “una madre de verdad” hasta que no aprendes a hacer croquetas. Hasta que no aprendes a hacer las croquetas de tu madre. Yo lo tenía claro. Necesitaba conocer el secreto. Recuerdo que cuando era pequeña y mi madre las hacía, para mí era la mejor cena. Ya, vale. Los fritos no son lo más sano del mundo, pero qué buenas están. Por eso, mi máxima era conocer la receta de mi madre y pasar ese legado escrito en una hoja manchada de grasa a mis hijos. Unas buenas croquetas salvan muchas cenas.
Croquetas las hay de mil maneras y con mil ingredientes. En mi caso las he hecho con lo que sobra del cocido (cocina de aprovechamiento lo llamaría en Master Chef). El pollo, jamón, la carne y con un poco de cebolla y cómo me han salido. No llegan a estar a la altura de las de mi madre, porque eso es rozar la perfección, pero se acercan mucho.
Aceptémoslo, están los fritos y, a parte, las croquetas. Es como la tortilla de patatas. Ellas están en otra dimensión. Son especiales y nuestras madres las han hecho siempre con mucho mucho amor. Sinceramente, creo que ahí está el verdadero secreto.
Y vosotros, ¿os convertisteis en padre y aprendisteis a hacer croquetas? ¿Seguís llenando el tupper cuando vuestras madres las hace? ¿Cómo las elaboráis vosotros? ¡Contadme!
En mi casa croquetas no se hacían, pero lo que más me encantaba que hacía mi madre los pancakes. Me encantan mucho. Cuando era pequeña siempre le pedía eso para desayunar. Esponjosos, tiernos, con un toque dulce. Buenísimos. Siempre le decía que me enseñara y así fue, los hago, pero como los de ella es como tú dices: es rozar la perfección!!
Es que hacerlos como los hacen las madres es imposible. Ese sabor es único. ¡Mil gracias por escribir!